jueves, 29 de noviembre de 2012


ÍNDICE
CONCEPTO     
                                                                                       
1.    Introducción                                                                                              
1.1 Prólogo                                                                                                        
2.    Contenido:                                                                                              
2.1Pensamiento Humanista                                                                  
2.1.1 Origen del Humanismo                                                     
2.1.2 Características del Pensamiento Humanista            
2.1.3 Principales Pensadores Humanistas                           
2.2 Vertientes de la Filosofía Humanista                                                                      2.2.1 El Humanismo Cristiano                                                     
            2.2.2 El Humanismo Marxista                                                  
            2.2.3 El Humanismo Existencialista                                       
2.2.4 El Personalismo Psicológico                                         
2.3 Humanismo y Debate de la Modernidad                                   
            2.3.1 El Pensamiento Moderno                                                
            2.3.2 La Crisis de la Modernidad                                             
            2.3.3 Modernidad y Globalización                                           
2.4 El Humanismo y la Formación de Valores                                 
            2.4.1 La Condición Humana                                                      
            2.4.2 Educación con Enfoque Humanista                             
            2.4.3 Formación de Valores: Una Ética Social                     
3. Conclusiones                                                                                       




1.    Introducción


1.1 Prólogo

En éste tiempo tan complejo es necesario saber como se ha formado el presente de nuestra vida tomando en cuenta todo el proceso histórico del ser humano en todos sus aspectos.

Hay que entender de qué manera el pensamiento humano ha ido transformando nuestras vidas, a través de todos los personajes que de una u otra manera han hecho algo o dejado alguna enseñanza.

En lo que respecta la materia:

En Filosofía del Pensamiento Humanista contemporáneo iniciaremos el recorrido desde el origen en Grecia  de la filosofía, hasta nuestros días, tomando en cuenta los diversos temas como el pensamiento humanista, origen, características y principales pensadores, vertientes de la filosofía humanística, humanismo cristiano, marxista, existencialista y el personalismo psicológico, humanismo y debate de la modernidad, pensamiento moderno, crisis de la modernidad y  modernidad globalización.
Y por último la toma del humanismo y la formación de valores, la condición humana, una educación con enfoque humanista y la formación de valores con una ética social.


Esperamos que éste trabajo ayude a entender todo ese proceso de cambio en la naturaleza  humana.



2. Contenido:
2.1 Pensamiento Humanista

2.1.1 Origen del Humanismo
El humanismo es un movimiento intelectual, filológico, filosófico y cultural europeo estrechamente ligado al Renacimiento cuyo origen se sitúa en el siglo XIV en la península Itálica (especialmente en Florencia, Roma y Venecia) en personalidades como Dante Alighieri, Francesco Petrarca y Giovanni Boccaccio. Buscan la Antigüedad Clásica y retoma el antiguo humanismo griego del siglo de oro y mantiene su hegemonía en buena parte de Europa hasta fines del siglo XVI, cuando se fue transformando y diversificando a merced de los cambios espirituales provocados por la evolución social e ideológica de Europa, fundamentalmente al coludir con los principios propugnados por las reformas (luterana, calvinista, etc.), la Contrarreforma católica, la Ilustración y la Revolución francesa del siglo XVIII. El movimiento, fundamentalmente ideológico, tuvo así mismo una estética impresa paralela, plasmada, por ejemplo, en un nuevo tipo de letra, la redonda conocida como letra humanística, imitada de la letra uncial latina antigua, que vino a sustituir poco a poco a la letra gótica medieval.
 El Humanismo propugnaba, frente al canon eclesiástico en prosa, que imitaba el pobre latín tardío de los Santos Padres y el simple vocabulario y sintaxis de los textos bíblicos traducidos, los studiahumanitatis, una formación íntegra del hombre en todos los aspectos fundada en las fuentes clásicas grecolatinas, muchas de ellas entonces buscadas en las bibliotecas monásticas y descubiertas entonces en los monasterios de todo el continente europeo. En pocos casos estos textos fueron traducidos gracias a la infatigable búsqueda de manuscritos por eruditos monjes humanistas en los monasterios de toda Europa.
En consecuencia el humanismo debía restaurar todas las disciplinas que ayudaran a un mejor conocimiento y comprensión de estos autores de la Antigüedad Clásica, a la que se consideraba un modelo de conocimiento más puro que el debilitado en la Edad Media, para recrear las escuelas de pensamiento filosófico grecolatino e imitar el estilo y lengua de los escritores clásicos, y por ello se desarrollaron extraordinariamente la gramática, la retórica, la literatura, la filosofía moral y la historia, ciencias ligadas estrechamente al espíritu humano, en el marco general de la filosofía: las artes liberales o todos los saberes dignos del hombre libre frente al dogmatismo cerrado de la teología, expuesto en sistemáticos y abstractos tratados que excluían la multiplicidad de perspectivas y la palabra viva y oral del diálogo y la epístola, típicos géneros literarios humanísticos, junto a la biografía de héroes y personajes célebres, que testimonia el interés por lo humano frente a la hagiografía o vida de santos medievales, y la mitología, que representa un rico repertorio de la conducta humana más sugerente para los humanistas que las castrantes leyendas piadosas, vidas de santos y hagiografías de JacopodellaVoragine y su leidísima Leyenda dorada.
Para ello los humanistas imitaron el estilo y el pensamiento grecolatinos de dos formas diferentes: la llamada imitatio ciceroniana, o imitación de un solo autor como modelo de toda la cultura clásica, Cicerón, impulsada por los humanistas italianos, y la imitatioeclectica, o imitación de lo mejor de cada autor grecolatino, propugnada por algunos humanistas encabezados por Erasmo de Rotterdam.

La acción de los mecenas: los mecenas eran personas que con su protección política, con su aprecio por el saber antiguo, con su afán coleccionista o con la remuneración económica a los humanistas para que se establecieran o costearan sus obras en la imprenta, facilitaron el desarrollo del Humanismo. Estas personas reunían obras clásicas y llamaban a eruditos conocedores de la literatura griega y romana; por si eso fuera poco, los acogían en sus palacios. Entre los mecenas más destacados sobresalen: la familia de los Médici de Florencia Lorenzo de Médicis, llamado el Magnífico y su hermano Juliano de Médicis, los pontífices romanos Julio II y León X, Cristina de Suecia.
 La creación de universidades, escuelas y academias: las universidades (como la de Alcalá de Henares, Lovaina, etc.) y las escuelas del siglo XV contribuyeron en gran parte a la expansión del Humanismo por toda Europa.


2.1.2 Características del Pensamiento Humanista

Algunos de los rasgos ideológicos del humanismo son:

 Estudio filológico de las lenguas e interés por la recuperación de la cultura de la Antigüedad clásica.
 Creaciones artísticas basadas imitación o mímesis de los maestros de la civilización grecolatina.
 El antropocentrismo o consideración de que el hombre es importante, su inteligencia el valor superior, al servicio de la fe que le une con el Creador.
 Se restaura la fe en el hombre contemporáneo porque posee valores importantes capaces de superar a los de la Antigüedad Clásica.
 Se vuelve a apreciar la fama como virtud de tradición clásica, el esfuerzo en la superación, y el conocimiento y disfrute de lo sensorial.
 La razón humana adquiere valor supremo.
 En las artes se valora la actividad intelectual y analítica de conocimiento. En pintura, mediante la perspectiva, se unifica con un punto de fuga racional la escala antes expresionista de las figuras.
 El comercio no es pecado y el Calvinismo aprecia el éxito económico como señal de que Dios ha bendecido en la tierra a quien trabaja.
 El deseo de la unidad política y religiosa de Europa bajo un sólo poder político y un solo poder religioso separado del mismo: se reconoce la necesidad de separar moral y política; autoridad eterna y temporal.
El arte humanista toma la materia popular y la selecciona para transformarla en algo estilizado e idealizado, de la misma manera que la novela pastoril recrea una vida campestre desprovista de las preocupaciones habituales al campesino. En el arte humanista no hay lugar para las manifestaciones vulgares de la plebe que se verán más tarde en el siglo XVII con el Barroco.
 El optimismo frente al pesimismo y milenarismo medievales. Existe fe en el hombre: la idea de que merece la pena pelear por la fama y la gloria en este mundo incita a realizar grandes hazañas y emular las del pasado. La fe se desplaza de Dios al hombre.
La lógica aristotélica frente al argumento de autoridad medieval: la imprenta multiplica los puntos de vista y los debates, enriqueciendo el debate intelectual y la comunicación de las ideas. Se ponen de moda los géneros del diálogo y la epístola, todo lo que suponga comunicación de ideas. Se propone la libre interpretación de la Biblia y su traducción a las lenguas vulgares (Lutero), frente al reduccionismo medieval de reducir su interpretación a la del Papa u obispo de Roma (Reforma o protestantismo).
Ginecolatría, alabanza y respeto por la mujer. Por ejemplo, el cuerpo desnudo de la mujer en el arte medieval representaba a Eva y al pecado; para los artistas humanistas del Renacimiento representa el goce epicúreo de la vida, el amor y la belleza (Venus)
 En sus comienzos, el humanismo es un movimiento regenerador y en sus principios básicos se encuentra ya bosquejado en tiempos muy anteriores, por ejemplo, en las obras de Isócrates, que se impuso una labor de regeneración parecida en la Grecia del siglo IV a. C. En tiempos modernos se encuentra estrechamente ligado al Renacimiento y se benefició de la diáspora de los maestros bizantinos de griego que difundieron la enseñanza de esta lengua, muy rara hasta entonces, tras la caída de Constantinopla en poder de los turcos en 1453; la imprenta y el abaratamiento de los libros subsiguiente facilitó esta difusión fuera del ámbito eclesiástico.



2.1.3 Principales Pensadores Humanistas 

Los autores más señeros de éste movimiento fueron:

 Francesco Petrarca (1304-1374), es conocido como el padre del humanismo. Fue el primero en señalar que para ser culto y adquirir verdadera humanidad, era indispensable el estudio de las lenguas y letras de los clásicos.
 Giovanni Boccaccio (1313-1375), al igual que Petrarca, dedicó su vida al estudio de los clásicos, especialmente a los latinos, y realizó un importante compendio mitológico, la Genealogía de los dioses paganos.
GemistoPletón (1355-1452). Humanista y filósofo bizantino, unos de los principales impulsores del estudio del griego en el mundo latino, y del platonismo. Ferviente seguidor de Platón, enseñó en Florencia y estableció la base para la creación de la Academia de Florencia.
 Leonardo Bruni (1374-1444), a quien se debe un profundo impulso a la traducción de la literatura griega.
LeonBattista Alberti (1404-1472). Sacerdote, humanista y secretario personal de seis papas, Doctor en Derecho Canónico, físico, matemático y arquitecto.
 Lorenzo Valla (1407-1457), fundador de la filología por su estudio de los poetas latinos y su proposición de una nueva gramática. Quizá su logro más conocido fue su descubrimiento, basado en pruebas filológicas, de la falsedad del documento medieval Donación de Constantino supuestamente redactado por este emperador, y por el que se otorgaban los territorios de la Italia central al cuidado del Papa romano.
MarsilioFicino (1433-1499), que divulgó la filosofía de Platón por Europa.
 Antonio de Nebrija (1441-1522), que logró renovar los métodos de enseñanza de las lenguas clásicas en España.
Pico dellaMirandola (1463-1494), quien probablemente haya sido el primero en utilizar la palabra humanista para referirse al nuevo movimiento. Fue el autor de un Diálogo sobre la dignidad del hombre.
 Erasmo de Rotterdam (1469 - 1536), fue la gran figura intelectual en el debate entre católicos y protestantes y creador de una corriente personal dentro del humanismo de crítica del cristianismo medieval tradicional, el erasmismo, a través de sus Colloquia y diversos opúsculos.
Giulio Cesare Scaligero (1484-1558), gran filólogo y preconizador de la imitatio ciceroniana frente a la imitatio ecléctica de Erasmo de Rotterdam.
 Juan Luis Vives (1492-1540), amigo de Erasmo y de Tomás Moro, el primero en tratar la psicología como disciplina científica y con contribuciones originales en todo tipo de materias.
 Robert Estienne (1503-1559, humanista francés con labor comparable al del impresor y humanista Aldo Manuzio en Italia.
 Michel de Montaigne (1533-1592), quien vertió a la lengua vulgar lo más selecto del pensamiento grecolatino creando el género del ensayo, típicamente humanista.
 Todos estos y muchos otros, crearon el espíritu de una nueva época, el Renacimiento, que se expandió a través del invento de la imprenta y las magníficas ediciones de clásicos del impresor Aldo Manuzio y sus hijos y discípulos.

El Humanismo, como uno de los fundamentos ideológicos del Renacimiento, suponía una evidente ruptura con la idea de religión que se manejaba hasta entonces en la que Dios era centro y razón de todas las cosas. Con el Humanismo, Dios no perdía su papel predominante, pero se situaba en un plano diferente, y ya no era la respuesta a todos los problemas. Probablemente el autor que supo aunar mejor que ninguno la filosofía humanística con el pensamiento cristiano fue Erasmo de Rotterdam.





2.2 Vertientes de la Filosofía Humanista

            2.2.1 El Humanismo Cristiano              

La interpretación del Cristianismo en clave humanista se desarrolla en la primer mitad de este siglo como parte de un vasto proceso —que comienza en el siglo pasado y se continúa hasta nuestros días— de revisión de las doctrinas cristianas a fin de adaptarlas al mundo moderno; un mundo con respecto al cual la Iglesia católica había adoptado, durante siglos, a partir de la Contrarreforma, una posición de neto rechazo o de abierta condena.
A partir del Renacimiento, la autoridad espiritual de la Iglesia, que por mil años había sido la depositaria de la visión cristiana en Occidente, fue declinando cada vez más en un crescendo de eventos apócales: la cultura del humanismo invierte la imagen que el cristianismo medieval había construido del hombre, la naturaleza y la historia; luego la Reforma protestante divide a los cristianos de Europa; en el Seiscientos y sobre todo en el Setecientos, las filosofías racionalistas, que se habían difundido entre las clases cultas, ponen en discusión la esencia misma del cristianismo. En el Ochocientos, las ideologías liberales o socialistas de trasfondo científico, que se desarrollaron paralelamente a la expansión de la revolución industrial, conquistan el rol de guía en la organización de la sociedad y en la definición de sus fines e ideales que hasta ese entonces había desempeñado la religión, dejándole a ésta un rol marginal. Finalmente, en este siglo, la rápida difusión del ateísmo, que se transformó rápidamente en un fenómeno de masas, pone en peligro la sobrevivencia misma de la Iglesia como institución.
Para no dejarse arrollar, la Iglesia  se vio obligada a abandonar progresivamente la visión del mundo que había heredado del Medioevo y la defensa del orden social ligado a ella.  Este proceso de apertura y modernización sufrió durísimas resistencias, cambios de rumbo y replanteos.
En el tortuoso acercamiento de la Iglesia al mundo moderno, la encíclica RerumNovarum de León XIII de 1891 constituye un hito fundamental. Con esta encíclica la Iglesia se dio una doctrina social que pudiera contraponerse al liberalismo y al socialismo.  En polémica con éste último, reafirmaba el derecho a la propiedad privada, pero atenuándolo con un llamado a la solidaridad entre clases en pos del bien común y a la responsabilidad recíproca entre individuo y comunidad.  Contra el liberalismo y su laissez faire  en materia de economía, la Iglesia invitaba al Estado y a las clases más fuertes a ayudar a los grupos sociales más débiles.
Después de la tragedia de la primera guerra mundial, en el clima de desilusión general frente a las ideas de progreso sostenidas por el socialismo y el liberalismo, la Iglesia pasó decididamente al contraataque. Y lo hizo tanto en el plano político, autorizando la formación de partidos de masas de inspiración cristiana, como en el doctrinario, proponiéndose como portadora de una visión, una fe y una moral capaces de dar respuesta a las necesidades más profundas del hombre de esta época.
Es en este intento de reproponer al mundo moderno los valores cristianos, debidamente actualizados, que se encuadra el Humanismo cristiano, cuyo iniciador puede ser considerado el francés Jacques Maritain.
Maritain había sido primero alumno de Bergson, y después había adherido al socialismo revolucionario.  Insatisfecho de ambas filosofías, en 1906 se convirtió al Catolicismo. Fue uno de los exponentes más notables del así llamado “neotomismo”, es decir, de aquella corriente de pensamiento católico moderno que se remite directamente a Santo Tomás de Aquino y, a través de él, a Aristóteles, cuya filosofía Santo Tomás había tratado de conciliar con los dogmas cristianos. A este punto cabe recordar que ya en el siglo pasado, otra encíclica de León XIII, AeterniPatris de 1879 había afirmado que la filosofía de Santo Tomás era la que mejor se adaptaba a la visión cristiana. 
Al humanismo antropocéntrico así descrito, Maritain contrapone un Humanismo cristiano, que define como integral o teocéntrico.  He aquí cómo se expresa: «Llegamos de este modo a distinguir dos tipos de humanismo: un humanismo teocéntrico, o verdaderamente cristiano, y un humanismo antropocéntrico del cual son responsables el espíritu del Renacimiento y el de la Reforma...  El primer tipo de humanismo reconoce que Dios es el centro del hombre, implica el concepto cristiano del hombre pecador y redimido, y el concepto cristiano de gracia y libertad...  El segundo cree que el hombre es el centro del hombre y, por ende, de todas las cosas, e implica un concepto naturalista del hombre y de la libertad.  Si este concepto es falso, se entiende por qué el Humanismo antropocéntrico merece el nombre de humanismo inhumano y que su dialéctica deba ser considerada la tragedia del humanismo».
La base sobre la que se apoya el Humanismo teocéntrico es una concepción del hombre «...como dotado de razón, cuya suprema dignidad consiste en la inteligencia;... como libre individuo en relación personal con Dios, cuya suprema virtud consiste en obedecer voluntariamente la ley de Dios;... como criatura pecadora y herida, llamada a la vida divina y a la liberación aportada por la gracia, cuya suprema perfección consiste en el amor».
Aquí vemos que la concepción que Maritain tiene del hombre es la concepción clásica de Aristóteles ("el hombre es un animal racional") interpretada en clave cristiana por Santo Tomás.  El hombre no es pura naturaleza ni pura razón: su esencia se define en la relación con Dios y con su gracia.  El hombre así entendido es una persona.
Maritain distingue en la persona humana dos tipos de aspiraciones, las connaturales y las transnaturales.  Mediante las primeras, el hombre tiende a realizar ciertas cualidades específicas que hacen de él un individuo particular.  El hombre tiene derecho a ver colmadas sus aspiraciones connaturales, pero la realización de las mismas no lo deja completamente satisfecho porque existen en él también las aspiraciones transnaturales que lo impulsan a superar los límites de su condición humana.  Estas aspiraciones derivan de un elemento trascendente en el hombre y no tienen derecho alguno a ser satisfechas.  Si lo son, en algún modo, tal cosa sucederá por la gracia divina.
Al humanismo teocéntrico así entendido, Maritain le confía la tarea de reconstruir una “nueva cristiandad” que sepa reconducir la sociedad profana a los valores y al espíritu del Evangelio.  Pero esta renovada civilización cristiana deberá evitar repetir los errores del Medioevo, y en particular la pretensión de someter el poder político al religioso.  Deberá, en cambio, preocuparse por integrar los dos tipos de aspiraciones humanas y amalgamar las actividades profanas con el aspecto espiritual de la existencia.
La interpretación cristiana que Maritain dio del humanismo fue acogida en forma entusiasta en algunos sectores de la Iglesia y entre varios grupos laicos.  Inspiró numerosos movimientos católicos comprometidos con la acción social y la vida política, por lo que resultó ser un arma ideológica eficaz sobre todo contra el marxismo.


2.2.2 El Humanismo Marxista


Después de la Segunda Guerra Mundial, el “modelo” de marxismo que Lenin había instaurado en la Unión Soviética estaba sufriendo una dramática y profunda crisis, mostrando con Stalin el rostro de una despiadada dictadura.  Es en este contexto que se desarrolla una nueva interpretación del pensamiento de Marx –en oposición y como alternativa a la “oficial” del régimen soviético– que se conoce como “humanismo marxista”. Sus representantes sostienen que el marxismo posee “un rostro humano”, que su problemática central es la liberación del hombre de toda forma de opresión y de alienación y que, consecuentemente, es por esencia un humanismo. Un grupo bastante heterogéneo de filósofos pertenece a esta línea de pensamiento.
Y es así entonces que, a partir de los años Cincuenta, con el desafío a nivel de interpretación teórica que el humanismo marxista lanza a la doctrina “ortodoxa” del régimen soviético, se asiste a un áspero enfrentamiento entre dos modos mutuamente excluyentes de entender el pensamiento de Marx. Pero tal situación no representaba una novedad o una anomalía en la historia del marxismo: al contrario, era casi una constante. El pensamiento de Marx ha conocido, durante el arco de su desarrollo y por diversos motivos, una amplia variedad de interpretaciones.

El marxismo era interpretado prevalentemente como “materialismo histórico”, al que se entendía como una doctrina “científica” de las sociedades humanas y de sus transformaciones, fundada en hechos económicos y encuadrada en el contexto más amplio de una filosofía de la evolución de la naturaleza desarrollada por Engels. Esta interpretación estaba teñida por el clima cultural de la época, dominado por el evolucionismo darwiniano y, más en general, por el positivismo. En el siglo XX, la victoria de la revolución proletaria en Rusia y su fracaso en Alemania y en el resto de Europa Occidental impusieron la interpretación del marxismo elaborada primero por Plejanov y Lenin, y más tarde por Stalin. Esta interpretación entiende al marxismo fundamentalmente como “materialismo dialéctico”, es decir como una doctrina filosófica materialista (se podría casi decir una cosmología) en la que la dialéctica  —o sea el procedimiento lógico desarrollado por Hegel— juega un papel central: es, a un tiempo, la ley evolutiva de la materia y el método teórico-práctico que permite la compresión del mundo físico y de la historia, y que indica por lo tanto, cuál es la acción política correcta. Aquí la filosofía de la naturaleza elaborada por Engels —que en la interpretación precedente constituía solamente el marco filosófico para la obra sociológica y filosófica de Marx— deviene central y se superpone al materialismo histórico. También en este caso se entiende al marxismo como una “ciencia”, pero no en el sentido de una disciplina propiamente experimental: se trata ahora de una ciencia filosófica considerada “superior”, que se basa en la aplicación de las leyes de la dialéctica hegeliana a los fenómenos naturales, y que integra y supera a las ciencias empíricas. Con Stalin, el “materialismo dialéctico” se transforma en la doctrina oficial del partido marxista-leninista soviético y de los partidos comunistas que dependen de él.
El término “materialismo histórico” comienza a aparecer en las últimas obras de Engels quien, sin embargo, prefiere utilizar en general la expresión “concepción materialista de la historia”. Cuando se habla de materialismo histórico se hace referencia al análisis y a la interpretación de las sociedades humanas y de su evolución. El hecho histórico primario consiste, para Marx, en la producción de bienes materiales que permiten la supervivencia de los individuos y de la especie.  Para poder hacer historia, los seres humanos deben antes que nada lograr vivir, es decir, satisfacer sus propias necesidades fundamentales: comer, beber, vestirse, disponer de una vivienda, etc.
Son estas necesidades primarias las que estimulan al ser humano a buscar, en el mundo natural, los objetos y los medios que le permitan satisfacerlas. La relación entre el hombre y la naturaleza —entendida como relación entre la necesidad humana y el objeto natural que la colma— es la base del movimiento de la historia.  Se trata de una relación dinámica, dialéctica, que no desaparece una vez que una necesidad primaria ha sido satisfecha. 
Marx ha llamado modo de producción al conjunto dado por las relaciones de producción y las fuerzas productivas. El modo de producción es el verdadero fundamento de la sociedad, lo que determina su ordenamiento en las distintas articulaciones: jurídica, política, institucional, etc.  Es a partir de esta base material (la estructura) que se desarrollan todos los fenómenos que comúnmente se relacionan con la conciencia o con el espíritu (la superestructura).
He aquí cómo Marx expresa este concepto fundamental en el prefacio de la Crítica de la Economía Política (1859) que contiene una exposición sintética del materialismo histórico: «En la producción social de su existencia los hombres se encuentran en relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad, es decir, en relaciones de producción, que corresponden a un determinado nivel de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales.  El conjunto de relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se eleva una superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social.  El modo de producción de la vida material condiciona el proceso social, político y espiritual.  No es la conciencia la que determina el ser de los hombres sino que, al contrario, es el ser social de los hombres el que determina su conciencia».
El marxismo no quiere ser una teoría filosófica solamente, sino que quiere unir teoría y práctica para transformar la sociedad.


2.2.3 El Humanismo Existencialista

Inmediatamente después de la segunda guerra mundial, el panorama cultural francés se ve dominado por la figura de Sartre y por el existencialismo, la corriente de pensamiento que él contribuyó a difundir a través de su obra de filósofo y escritor, y de su engagement o compromiso político-cultural.
La formación filosófica de Sartre recibe principalmente la influencia de la escuela fenomenológica. Becado en Alemania en los años 1933-34, Sartre entra en contacto directo con el pensamiento de Husserl y Heiddeger.  Es precisamente en la fenomenología y en su método de investigación que Sartre encuentra los instrumentos para superar la filosofía académica francesa de su tiempo, fuertemente teñida de espiritualismo e idealismo, y hacia la que siente un neto rechazo.
La búsqueda de Sartre parte del campo de la sicología. Es más, su ambición juvenil es revolucionar los fundamentos de esta ciencia. Sartre se siente profundamente insatisfecho con la sicología moderna, con su planteo positivista y su pretensión de tratar a los fenómenos síquicos como si fueran fenómenos naturales, aislándolos, separándolos de la conciencia que los ha constituido. Para Sartre –que hace propia la posición de Husserl– la conciencia no es un simple contenedor de “hechos” síquicos, ni una suerte de espejo que pasivamente refleja, o deforma, la realidad externa; la conciencia es fundamentalmente intencional, activa, posee su propio modo de estructurar los datos sensibles y de construir “realidades” que, aun dependiendo de éstos, presentan características que les son propias y específicas.
La aplicación del método fenomenológico a temas de sicología se formaliza en tres ensayos: La imaginación (1936), Esbozo de una teoría de las emociones (1939) y Lo imaginario (1940). Para Sartre no se trata de estudiar esta o aquella emoción, o de recoger datos sobre particulares comportamientos emotivos –como lo haría un sicólogo tradicional–, sino de ir a las estructuras fundamentales de la conciencia que permiten y explican el fenómeno emotivo. La emoción y la imaginación son tipos organizados de conciencia, modos particulares de relacionarse con el mundo, de atribuir un significado a las situaciones que se viven. Además, las imágenes mentales no son simples “repeticiones” de datos externos, de objetos, o de hechos; la función imaginativa, al contrario, revela la propiedad fundamental que tiene la conciencia de tomar distancia de las cosas, de trascenderlas, y de crear libremente otra realidad, como la actividad artística demuestra en sumo grado.
Pero Sartre no tarda en alejarse de Husserl por la importancia central que éste asigna a los aspectos lógicos y gnoseológicos en su investigación. Para Sartre, en cambio, es fundamental el estudio de la relación entre la conciencia humana real, existente, y el mundo de las cosas al que la conciencia, por su misma constitución, hace siempre referencia, pero por el que se siente limitada y oprimida. Siguiendo esta línea, Sartre se acerca siempre más a Heidegger y a su problemática ontológica y existencial, hasta llegar a una visión filosófica cuyo centro es la idea de una “complementariedad contradictoria” entre la conciencia (el para sí) y el mundo (el en sí).
Sartre reformula el concepto fundamental de la fenomenología –la intencionalidad de la conciencia– como trascendencia hacia el mundo: la conciencia trasciende a sí misma, se supera continuamente hacia el mundo de las cosas. Pero el mundo, a pesar de ser el soporte de la actividad intencional de la conciencia, no es reductible a ésta: es lo otro para la conciencia, es la realidad de las cosas y los hechos, realidad maciza y opaca, dada, gratuita.  El mundo es absurdo e injustificable: está ahí, pero podría no estar porque nada lo explica; es contingente, pero sin embargo esta allí, existe.  O mejor dicho existe, en el lenguaje sartriano, o sea emerge, asomándose a la conciencia.

Pero a diferencia de lo que ocurre en la filosofía cartesiana, para Sartre el yo pienso remite directamente al mundo, a los otros seres humanos. Continúa Sartre: «De esta manera, el hombre que se aprehende a sí mismo directamente con el “cógito” descubre también a todos los demás, y los descubre como condición de su propia existencia.  Él cae en cuenta de que no puede ser nada (en el sentido en que se dice que alguien es simpático, malo, o celoso) si los otros no lo reconocen como tal.  Para obtener una verdad cualquiera sobre mí mismo es necesario que la consiga a través del otro.  El otro es tan indispensable para mi existencia como para el conocimiento que yo tengo de mí.  En estas condiciones el descubrimiento de mi intimidad me revela, al mismo tiempo, al otro como una libertad colocada frente a mí, la cual piensa y quiere solamente para mí o contra mí.  Así descubrimos inmediatamente un mundo que llamaremos la inter-subjetividad, y es en este mundo que el hombre decide sobre lo que él es y sobre lo que los otros son»
Luego Sartre pasa a definir lo que es el hombre para el existencialismo.  Todos los existencialistas de distinta extracción, ya sea cristiana o atea, incluso Heidegger, para Sartre concuerdan en esto: que en el ser humano la existencia precede a la esencia.  Para aclarar este punto, Sartre da el siguiente ejemplo: «Cuando se considera un objeto fabricado, como por ejemplo un libro o un cortapapel, se sabe que tal objeto es obra de un artesano que se ha inspirado en un concepto.  El artesano se ha referido al concepto de cortapapel y, al mismo tiempo, a una técnica de producción preliminar que es parte del concepto mismo y que en el fondo es una “receta”.  Por lo tanto el cortapapel es por un lado un objeto que se fabrica de una determinada manera y, por otro, algo que tiene una utilidad bien definida... Por lo que concierne al cortapapel, diremos entonces que la esencia –o sea, el conjunto de los conocimientos técnicos y de las cualidades que permiten su fabricación y su definición– precede a la existencia...».
Así, dice Sartre, en la religión cristiana, sobre la cual se ha formado el pensamiento europeo, el Dios creador es concebido como un sumo artesano, que crea al hombre inspirándose en una determinada concepción, la esencia del hombre, tal como el artesano común fabrica el cortapapel.  En el Setecientos, la filosofía atea ha eliminado la noción de Dios, pero no la idea de que la esencia del hombre precede a su existencia.  Según tal concepción, dice Sartre, «...esta naturaleza, o sea el concepto de hombre, se encuentra en todos los hombres, lo que significa que cada hombre es un ejemplo particular de un concepto universal: el hombre».
Pero «el existencialismo ateo que yo represento» –prosigue Sartre– «es más coherente.  Éste afirma que si Dios no existe, hay por lo menos un ser en el cual la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de ser definido por algún concepto: este ser es el hombre, o como dice Heidegger, la realidad humana.  ¿Qué significa en este caso que la existencia precede a la esencia?  Significa que el hombre ante todo existe, se encuentra, surge en el mundo, y que luego se define.  El hombre, según la concepción existencialista, no es definible, en cuanto al principio no es nada.  Será sólo después, y será como se habrá hecho».
Y más adelante precisa: «...el hombre no es de otro modo más que como él mismo se hace.  Este es el primer principio del existencialismo.  Y es también aquello que se llama subjetividad y que se nos reprocha con este mismo término.  Pero, ¿qué queremos decir nosotros con esto, sino que el hombre tiene una dignidad más grande que la piedra o la mesa? Nosotros queremos decir que el hombre en primer lugar existe, o sea que él es en primer lugar aquello que se lanza hacia un porvenir y aquello que tiene conciencia de proyectarse hacia el porvenir.  El hombre es, al comienzo, un proyecto que se vive a sí mismo subjetivamente;...nada existe antes de este proyecto;...el hombre, ante todo, será  aquello que habrá proyectado ser».
Por lo tanto, el hombre no tiene una esencia determinada; su esencia se construye en la existencia, primero como proyecto y después a través de sus acciones.  El hombre es libre de ser lo que quiera,  pero en este proceso de autoformación, no tiene a disposición reglas morales que lo guíen.
Refiriéndose a uno de los inspiradores del existencialismo, Dostoievski, Sartre afirma: «Dostoievski ha escrito: 'Si Dios no existe, todo está permitido'.  He aquí el punto de partida del existencialismo.  Efectivamente todo es lícito si Dios no existe, y como consecuencia el hombre está “abandonado” porque no encuentra en sí ni fuera de sí la posibilidad de anclarse. Y sobre todo no encuentra excusas. Si verdaderamente la existencia precede a la esencia, no podrá jamás dar explicaciones refiriéndose a una naturaleza humana dada y fija; en otras palabras, no hay determinismo: el hombre es libre, el hombre es libertad».
Y continúa, «Por otra parte, si Dios no existe, no encontramos frente a nosotros valores u órdenes que puedan legitimizar nuestra conducta.  Así, no tenemos ni por detrás ni por delante, en el luminoso reino de los valores, justificaciones o excusas.  Estamos solos, sin excusas.  Situación que creo poder caracterizar diciendo que el hombre está condenado a ser libre.  Condenado porque no se ha creado a sí mismo, y no obstante libre porque, una vez lanzado al mundo, es responsable de todo lo que hace».[9]  «El hombre, sin apoyo ni ayuda, está condenado en todo momento a inventar al hombre».
Entonces, según lo que Heidegger había enseñado, el hombre está solo, abandonado en el mundo; además está obligado a elegir y a construirse en la elección.  El abandono y la elección van junto con la angustia.  Hay que decir que Sartre, en el intento de recalificar al existencialismo como un humanismo, se ha visto obligado a revisar este punto, dándole una distinta función al concepto de angustia, que tanta importancia tenía en su filosofía precedente.  En El ser y la nada, Sartre había descrito la angustia como la sensación de vértigo que el hombre experimenta cuando reconoce que es libre y que debe asumir la responsabilidad de sus elecciones. En El existencialismo es un humanismo, el significado de angustia se traslada del ámbito subjetivo al intersubjetivo.  La angustia pasa a ser entonces el sentimiento de “aplastante responsabilidad” que acompaña una elección que se reconoce no sólo como individual, sino que involucra a otros seres humanos, o aún a la humanidad toda cuando se trata de decisiones muy importantes y radicales.
He aquí cómo Sartre se expresa: «Cuando decimos que el hombre se elige, entendemos que cada uno de nosotros se elige, pero con esto también queremos decir que cada uno de nosotros, eligiéndose, elige por todos los hombres.  En efecto, no existe tan siquiera uno de nuestros actos que, creando al hombre que queremos ser, no cree al mismo tiempo una imagen del hombre que nosotros juzgamos deba ser.  Elegir ser esto en lugar de aquello es afirmar, al mismo tiempo, el valor de nuestra elección, ya que no podemos jamás elegir el mal; lo que elegimos es siempre el bien y nada puede ser bueno para nosotros sin serlo para todos».
Sobre estas bases Sartre construye su ética social de la libertad: «...Cuando en un plano de total autenticidad, yo he reconocido que el hombre es un ser en el cual la esencia está precedida por la existencia, que es un ser libre que sólo puede querer, en circunstancias diversas, la propia libertad, he reconocido al mismo tiempo que yo sólo puedo querer la libertad de los otros».
Esta ética de Sartre no se funda sobre el objeto elegido, sino sobre la autenticidad de la elección.  A diferencia de cuanto afirmaba en El ser y la nada, ahora, para Sartre no todos los comportamientos son igualmente carentes de sentido.  No obstante él reafirme que para actuar no es necesario tener esperanza,  la acción no es necesariamente gratuita, absurda o infundada.  En efecto, es posible dar un juicio moral aunque no exista una moral definitiva y aunque cada uno sea libre de construir la propia moral en la situación en la cual vive, eligiendo entre las distintas posibilidades que se le ofrecen.  Este juicio moral se basa en el reconocimiento de la libertad (propia y de los otros) y de la mala fe.  Veamos cómo lo explica Sartre ahora: «Se puede juzgar a un hombre diciendo que está en mala fe.  Si hemos definido la condición del hombre como libre elección, sin excusas y sin ayuda, quien se refugie detrás de la excusa de sus pasiones, quien invente un determinismo, es un hombre en mala fe».[13]  «Pero se puede replicar: ¿Y si yo quiero estar en mala fe?  Respondo: No hay ninguna razón para que usted no lo esté.  Pero yo afirmo que usted está en mala fe y que la actitud de estricta coherencia es la actitud de buena fe.  Y, además, puedo dar un juicio moral».
Veamos ahora, en qué modo el existencialismo –que en el fondo es un intento por deducir todas las consecuencias de una posición atea coherente– llega a ser un humanismo. «...el hombre está constantemente fuera de sí mismo; sólo proyectándose y perdiéndose fuera de sí hace existir al hombre y, por otra parte, sólo persiguiendo fines trascendentes él puede existir; el hombre, siendo esta superación, y aprehendiendo los objetos sólo en función de esta superación, está en el corazón, en el centro de esta superación.  No hay otro universo que no sea un universo humano, el universo de la subjetividad humana.  Esta conexión entre la trascendencia como constitutiva del hombre (no en el sentido que se da a la palabra cuando se dice que Dios es trascendente, sino en el sentido del ir más allá) y la subjetividad (en el sentido de que el hombre no está encerrado en sí mismo, sino que está siempre presente en un universo humano) es lo que nosotros llamamos humanismo existencialista.  Humanismo porque le hacemos recordar al hombre que él es el único legislador y que precisamente en el abandono él decidirá sobre sí mismo; y porque nosotros mostramos que, no dirigiéndose hacia sí mismo, sino buscando siempre fuera de sí un objetivo (que es aquella liberación, aquella actuación particular) el hombre se realizará precisamente como humano»
Éstas son entonces las ideas fundamentales del humanismo existencialista, según Sartre las formulara en 1945-46.  Pero el pensamiento de Sartre sufrió, en los años sucesivos, continuos reajustes y, a veces, mutaciones profundas en un difícil itinerario que llevó al filósofo primero a ser un “compañero de camino” del Partido Comunista francés y luego a asumir una posición de abierta ruptura con éste, después de la invasión de Hungría en 1956.  Asimismo, varias de las ideas expuestas en El existencialismo es un humanismo fueron reelaboradas más tarde.  Después del encuentro con el marxismo, que lo estimuló a hacer un análisis más profundo de la realidad social, Sartre pasó a sostener la idea de una libertad ya no absoluta, sino condicionada por un conjunto de factores sociales y culturales.


2.2.4 El Personalismo Psicológico

El personalismo es una corriente filosófica que pone el énfasis en la persona. Considera al hombre como un ser subsistente y autónomo, esencialmente social y comunitario, un ser libre, trascendente y con un valor en sí mismo que le impide convertirse en un mero objeto. Un ser moral, capaz de amar, de actuar en función de una actualización de sus potencias y finalmente de definirse a sí mismo considerando siempre la naturaleza que le determina.



ORIGENES

 El personalismo como corriente de pensamiento tiene lugar dentro de un medio rodeado por diversas ideologías propias de la situación política que el mundo atravesaba durante la primera mitad del siglo XX.
 El capitalismo por su parte proclamaba la libertad del individuo y su derecho a la propiedad privada pero después no establecía mecanismos solidarios entre los sujetos, sino que cada uno debía resolver sus problemas con sus propias fuerzas y recursos.
 En respuesta al capitalismo, el marxismo como ideología de gran popularidad en el viejo mundo ofrecía un enfrentamiento con el opresor a través de la lucha de clases para reapropiarse de los medios de producción que habían usurpado los explotadores. El hombre estaba subordinado a la humanidad total para lo que se buscaba el llamado paraíso comunista.
Junto al marxismo aparecieron dos movimientos totalitarios con una concepción de la persona muy particular. El nazismo por un lado, propugnaba la supremacía de la raza aria sobre todas las demás y de ahí deducía su derecho a dominar sobre todos los pueblos. El fascismo por otro lado, definía al hombre como un momento o manifestación concreta que adopta un Espíritu absoluto que permanece y al que tiene que ponerse a su servicio.

PRECURSORES


Emmanuel Kant
A Kant se le considera precursor del Personalismo por sus aportes en torno a la concepción de persona como valor absoluto, distinguiéndola radicalmente de las cosas u objetos. Estas intuiciones han servido para colocar cimientos a la propuesta filosófica y cultural del Personalismo.
Para Kant (1724-1804), a finales del s. XVIII y después de la Revolución francesa, la jerarquía epistemológica se ha invertido. Hay una primacía de la ética sobre la política, en consonancia con una revalorización de la persona, entendida siempre como un fin en sí misma, frente al conjunto de las cosas, no más que meros medios disponibles para la persona (cabe destacar que la forma más digna de referirnos al ser humano, persona, en lenguas latinas se declina en femenino).
Está claro que el individualismo de la antropología kantiana o la de J.S.Mill (1806-1873) no es posesivo, como el de Hobbes o Locke. Además, siguiendo a Kant, la escuela de Fráncfort y otras ofrecieron un modo de contractualismo que admite una pluralidad de derechos y deberes que benefician al conjunto de la humanidad. Mas en el momento en que superan el afán posesivo, se aproximan al Personalismo, como ocurre con la segunda formulación del imperativo kantiano: “considera a tu propia persona y a la de los demás siempre como un fin, nunca sólo como un medio”.
Con esta formulación Kant aporta al Personalismo una intuición fundamental, que será la base de los planteamientos de algunos autores posteriores. A través de esta fórmula del imperativo categórico, Kant no hace otra cosa, que colocar a la persona como centro de la reflexión, como un valor absoluto, radicalmente distinto de las cosas y como criterio de juicio determinante para adecuar el obrar del hombre, evitando los subjetivismos.

Jacques Maritain
Maritain es considerado generalmente como uno de los representantes contemporáneos del tomismo y personalismo comunitario, pues fue el primero que desarrollo técnicamente algunos temas personalistas, además de inventar parte de la terminología e influir de este modo en Emmanuel Mounier, y éste es sin duda la fuente principal de su pensamiento. Su idea central parece ser la consideración del ser humano, esencialmente, como un ser de carencias: como "el más desprotegido de todos los animales". No es una idea enteramente suya, pues con distintos matices se encuentra en buena parte de la antropología contemporánea. Sí que le pertenece el desarrollo de carácter trascendente que nace de dicha idea.


Emmanuel Mounier
 La filosofía de Mounier afirma que el individuo es la dispersión de la persona en la materia, dispersión y avaricia. Afirma que la persona no crece más que purificándose del individuo que hay en ella, la persona llega a reivindicarse como ser concreto y por ello relacional y comunicativo, es decir, comunitario. En plena posesión de una dialéctica existencial, el personalismo aislado como unidad teniendo en cuenta la humanidad como referencia máxima con la cual cotejar, centra sus esperanzas en el término lingüístico persona
Sobre la persona
“Una persona es un ser espiritual constituido como tal por una manera de subsistencia; mantiene esta subsistencia por su adhesión a una jerarquía de valores libremente adoptados, asimilados y vividos por un compromiso responsable y una conversión constante: unifica así toda su actividad en la libertad y desarrolla, por añadidura, a impulsos de actos creadores la singularidad de su vocación”.
El hombre es todo cuerpo, pero también, es todo espíritu. Esta última noción restaura la dignidad inherente que Sartre rechaza, mientras combate la convicción de Marx, de que el hombre es únicamente cuerpo. El hombre no puede existir sin el cuerpo, ciertamente, pero es el reconocimiento de su espíritu el que completa la antropología que Marx rechaza.
Mounier utiliza la expresión de "existencia encarnada" para connotar la unidad entre cuerpo y espíritu. Es el espíritu el que nutre el pensamiento y el cuerpo quien lleva el pensamiento a la expresión: "No puedo pensar sin ser, y no puedo ser sin mi cuerpo, el cual es mi exposición a mí mismo, al mundo, a todos los demás. A través de él solamente puedo escapar la soledad de un pensamiento que sería solamente un pensamiento acerca del pensamiento." En resumen, la existencia objetiva del cuerpo, combinada con las experiencias subjetivas del espíritu, actualizan a la persona.



2.3 Humanismo y Debate de la Modernidad

2.3.1 El Pensamiento Moderno

En el pensamiento moderno es un lugar común relacionar de manera estrecha elHumanismo con la Declaración de Derechos Humanos. Es decir, las sociedadesdemocráticas modernas se hacen eco de los grandes pensadores de la libertad depensamiento, como Locke, Rousseau, Kant hasta Rawls, los cuales no conciben unasociedad justa sin el respeto a la libertad y a los derechos fundamentales del hombre. Noobstante, el concepto de “Humanismo” surge en un contexto histórico totalmentediferente, en el Renacimiento; el humanismo se desarrolla de manera excepcional en laAcademia florentina con Ficino, Pico dellaMirandola y otros autores.
El concepto de Humanismo en el Renacimiento no es totalmente ajeno alpensamiento actual; sin embargo, lo que más choca al hombre democrático de nuestrotiempo es la estrecha relación que existía en el Renacimiento entre el humanismo y losestudios literarios. No obstante, si sustituimos la palabra “literatura” por la palabra“educación”, el concepto renacentista de humanismo recupera su pleno sentido (nosviene a la memoria el Emilio de Rousseau), aunque el Renacimiento hace especialhincapié en los StudiaHumanitatis, es decir, en los estudios literarios que correspondena las Humanidades, o sea, con los contenidos de las escuelas de humanidades más quecon los valores humanos recogidos en la Declaración de Derechos Humanos. ¿Existealguna relación profunda que se nos escapa entre leer a Séneca o a Plutarco y reconocera través de la razón que todos somos libres e iguales ante la ley? El humanismo tal ycomo lo entendemos en la actualidad, y según está recogido en la Declaración deDerechos humanos, no está vinculado totalmente con la formación humanística. Noniego que los modernos recurren a menudo a los antiguos y a la cultura humanísticapara apoyar sus argumentos; En el Renacimiento, el Humanismo está íntimamenteasociado con el arte de la retórica y de la elocuencia que se remonta a los sofistasgriegos. La Ilustración continúa el antropocentrismo renacentista, pero, a partir deDescartes, se produce una separación radical entre el hombre y la naturaleza que darálugar a la aparición del sujeto como nueva figura de la modernidad.
La modernidad surgeculturalmente con la irrupción del humanismo y filosóficamente con la venida de la subjetividad. A lo largo de su admirableIndividuo y cosmos en la filosofía del Renacimiento, Cassirer se dedica a mostrar cómo la revolución cartesiana, que confirma “lacostumbre de situar en el Cogito cartesiano el comienzo de la filosofía moderna”, ha sido preparada por las diversas corrienteshumanistas de la filosofía del Renacimiento.
Los eruditos renacentistas comenzaron aemplear el término humanidades (studiahumanitatis) El término, tomado de Cicerón y de otros autores antiguos, fue adoptadopor Salutati y por Bruni y terminó por significar los campos de la gramática, la retórica, la poesía, la historia y la filosofíamoral.
El humanismo contemporáneo se enfrenta principalmente con el problema delHistoricismo, es decir, con la muerte de todos los valores, incluidos los derechoshumanos, en el momento en que la historia se convierte en todo real a partir de Hegel, ydestruye el ámbito de los valores intemporales y eternos.
Según Strauss, el Derecho naturalha sido superado y destruido por la Historia, pero este autor también sostiene que esposible volver a los antiguos para recuperar y fundamentar el derecho natural que hasido sepultado y destruido por el concepto de “historia” de los modernos. Para loantiguos, la naturaleza es la fuente objetiva y trascendente de todos los valores, mientrasque los modernos instauran un antropocentrismo que desplaza la objetividad natural por
la subjetividad humana, que destruye todo posible fundamentouniversal y trascendente del Derecho natural. Alain Renaut y LucFerry sostienen que es posible defender el humanismo, esdecir, los valores humanos eternos e inmutables como esfera independiente de loshechos históricos, pero también como una conquista absoluta de la historia de lahumanidad, mas, a diferencia de Leo Strauss y (de Villey), sin necesidad de recurrir alos antiguos. El humanismo, según la tesis de Alain Renaut y LucFerry, es un productoexclusivo del mundo moderno.

Leo Strauss, considera que la modernidad se define a partir de la nuevafigura del sujeto. Sostiene que la crítica de la modernidad tiene comoprincipal objetivo superar la metafísica de la subjetividad; por consiguiente, superar elhumanismo es considerado como un paso necesario para superar los males de lamodernidad, como los colonialismos y los totalitarismos.
La modernidad surge del humanismo, y por otra, desemboca en los totalitarismos, es muytentador identificar los totalitarismos modernos con las ilusiones del sujeto y del humanismo. Este argumento anti humanista ha recibido merecidas críticas por parte delos defensores de los Derechos humanos, pues rechazar el humanismo implica, renunciar a los derechos del hombre como unode los logros más importantes e irrenunciables de la modernidad.
El humanismo constituye la figura inaugural de la modernidad tal como lodemuestra Alain Renaut: “Ciertamente el individuo queda como una figura del sujeto;en este sentido hay que insistir en que son necesarias, para que se pueda desarrollar elindividualismo, condiciones que son las de la modernidad, a saber, la instalación delhombre como “valor propio” en un mundo no intrínsecamente jerarquizado.” La tesisde Renaut, por tanto, afirma que el individualismo moderno surge del humanismo. Esteindividualismo, que se define como una de las posibilidades lógicas del humanismo, alfinal termina destruyendo los fundamentos del humanismo, es decir, renuncia a losvalores que trascienden al individuo provocando la crisis insuperable del sujeto.

Losconservadores defienden el sometimiento y la obediencia a un poder superior a lasvoluntades individuales, pero, a falta del fundamento divino, recurren a otra forma deexterioridad: la sociedad.
Los conservadores se oponen a la libertad de los modernos, y, por tanto, a losvalores de la modernidad como la libertad y la igualdad. El humanismo defiende la ideade libertad contra cualquier poder trascendente que impida al hombre liberarse de lasataduras de la tradición y de la naturaleza. La oposición de la razón contra la tradicióndefine el paso hacia las sociedades liberales y democráticas: “La esencia de lassociedades modernas, como lo habían percibido Constant y Tocqueville, consiste en lay al relativismo. El individuo narcisista no afirma la autonomía sino su derecho a la diferencia.
El humanismo, por tanto,concuerda con el individualismo en el fundamento subjetivo de las normas, aunque nose detiene en la libertad de elección, sino que pretende fundamentar la libertad delsujeto individual en leyes que no sólo sean válidas para él sino también para los demás,y desde este punto de vista, el humanismo aspira a leyes racionales con valor universal,que puedan además someterse al examen crítico de la subjetividad. La autonomía sefundamenta en la subjetividad y en la universalidad, y renunciar a cualquier de las dosimplica renunciar al humanismo tal como ha sido constituido desde Montaigne hastaKant.

¿Qué es el humanismo? El Humanismo desde el Renacimiento ha permitidopensar al hombre como dueño de su propio destino. Esta es la tesis que defiende T.Todovov en su obra El Jardín Imperfecto.
La época moderna, desde el Renacimiento hasta la época de las Luces, consistióen defender la libertad humana contra toda autoridad externa basada en la verdadrevelada y los dogmas de la tradición. La Ilustración, que combate la separacióncristiana entre la razón y la naturaleza, propone como principio unificador entre lanaturaleza y la razón no al Dios todopoderoso de la creación, sino al hombre dotado derazón y de sensibilidad. El racionalismo metafísico del siglo XVII preparó el terrenopara el surgimiento de la Época Moderna, al defender la separación entre la razónhumana y la tradición o la verdad revelada, por una parte, y entre el espíritu humano yla naturaleza, por otra parte. No obstante, fue la Ilustración del siglo XVIII la queculmina la historia moderna, que se inicia en el Renacimiento y la Reforma, alfundamentar los valores del humanismo (la libertad, la sociedad y el yo) no en lanaturaleza (de los antiguos), ni en el Dios (de los cristianos), sino en el hombre mismoque es libre para decidir y tomar partido en su propio destino.


En Francia destacan tres pensadores humanistas que aparecen en tres momentoscruciales de la historia: Montaigne en el Renacimiento, Rousseau en el siglo de lasLuces y BenjaminConstant en las postrimerías de la revolución. En su obra Nosotros ylos otros, Todorov propone el espíritu de moderación de Montesquieu como paradigmadel pensamiento humanista. El humanismo que propone Todorov a partir de estosautores se sitúa entre dos posturas antagónicas, que, sin embargo, reflejan el mismocomponente antihumanista: 1) el hombre es impotente para decidir su propio destino,como sostienen San Agustin y Pascal, a consecuencia del pecado original (lo cualexplica la necesidad de recurrir a la gracia divina) y, por otra parte, el hombre esomnipotente para lograr por si mismo todo lo que se propone, como se deduce de laversión orgullosa del humanismo de Descartes, que convierte al hombre en dueño yseñor de la naturaleza.

El pensamiento humanista, según Todorov, se basa en tres principios: Laautonomía del yo, la finalidad del tu y la universalidad de los ellos. La libertadcorresponde a la autonomía del yo, la igualdad corresponde a la unidad del génerohumano (la universalidad del ellos) y la fraternidad hace referencia a la finalidad del tú(el amor y la amistad).Según Todorov, el humanismo se basa en estos principios, ydonde falte alguno de ellos no se cumple los requisitos del pensamiento humanista.

Continúa diciendo que las tres ideologías modernas que se oponen al humanismo son: elindividualismo, el conservadurismo y el cientificismo.

Lo que distingue al humanismo de las demás ideologías modernas (elIndividualismo, el conservadurismo y el cientificismo) es precisamente su rechazo deque haya un valor absoluto que se imponga sobre los demás valores y, por tanto, sudefensa de la pluralidad de valores como condición necesaria de la libertad. Elhumanismo defiende la libertad de los individuos, la sociedad de los conservadores y launiversalidad de los cientifistas. Pero se distingue de los individualistas, conservadoresy cientifistas por negarse a identificar al hombre con uno de estos valores (la libertad, lasociedad y la ciencia), mientras que intenta buscar un equilibrio entre los distintos valores para impedir que uno solo de ellos se imponga sobre los demás.
Lo que define y distingue el humanismo no son los valores que defiende, sino la
Moderación con que afirma los distintos valores. Para el humanista, lo esencial no es loque el hombre aprueba o desaprueba, sino el hecho de que nada ni nadie debe interferiren su libre elección de valores. Además, el humanismo incluye la idea deresponsabilidad, según la cual el hombre es responsable de sus actos, lo cual supone unalimitación racional de la libertad. Esta limitación de la libertad a través de la ley de larazón es una conquista de la Ilustración, que, a diferencia del humanismo renacentistade Pico, no concibe la libertad sin ley. La libertad desde este punto de vista no se limitaa la liberación del individuo de las normas de la tradición o de la naturaleza, sino quetambién hace referencia, a partir de Rousseau y Kant, al acto por el cual el hombre seautodetermina a través de la razón.

2.3.2 La Crisis de la Modernidad

El humanismo tradicional ha visto "lo esencial humano" en la vida racional del hombre expresada en todas las dimensiones de la misma (intelectual, valorativa, moral, emocional, estética, social y política). Lo esencial del hombre (lo que lo especifica y lo distingue de los animales) es la razón, el lógos.
Pero he aquí que, en la modernidad, la razón ha entrado en crisis (y, con ella, el humanismo). Esta crisis de la razón comenzó en el s, XVII, con un empirismo radical que la negaba en sus productos más típicos (ideas universales, principios morales absolutos, conocimiento y existencia de las nociones metafísicas -esencia, substancia, causa, fin último, etc.-). En el s. XVIII, la filosofía de Kant vino a reforzar esta postura, que se consumó en el s. XIX con el positivismo y el materialismo. Todo ello ha llevado al neopositivismo del s. XX, que ha propiciado el actual postmodernismo, con su pensamiento "flojo", poco amigo del razonamiento riguroso.
Este empirismo, negador de todo asomo de racionalismo, ha tenido dos consecuencias para el pensamiento: 1) el prescindir de todo el ámbito metafísico o de principios racionales, con lo cual hoy día ya no se habla de ideales universales, de la razón de ser de las cosas, de normas morales absolutas, de la noción de verdad, del sentido del mundo, del fin último del hombre, etc.; 2) la pérdida de la noción de naturaleza (o esencia de las cosas) y, por consiguiente, de la noción de "naturaleza humana", con lo cual se desvanecen conceptos tales como la "ley natural", la "moral natural" y el "derecho natural" (en la ciencia jurídica, el iusnaturalismo es substituido por el positivismo jurídico).
Este movimiento intelectual ha cambiado el concepto de hombre y ha asestado un duro golpe al humanismo tradicional. No es que éste desaparezca totalmente, pues quedan algunos aspectos suyos (amor al saber, esteticismo, interdisciplinariedad) que no se ven afectados por la moda empirista; pero sí han quedado afectados los rasgos más hondos del humanismo, como son la eticidad, la trascendencia del conocimiento, los principios racionales absolutos, el fin último del hombre y otros atributos esenciales de la naturaleza humana.
Ante este hecho, otros síntomas de pérdida de humanismo, como es la menor relevancia atribuida al conocimiento y estudio de las Humanidades, no revisten tanta importancia. Pero la tienen también, porque significan una degradación de la estima en que se tienen unas piezas que son esenciales en la constitución de lo "humano".

2.3.3 Modernidad y Globalización

La prueba de cada civilización humana está en la especie de hombres y mujeres que en ella se produce. Pues bien, ¿qué tipo de hombres, mujeres y niños está produciendo la globalización y la posmodernidad en la civilización actual, cuando el capitalismo global pragmático y hedonista ha significado el aumento brutal de la frivolidad, la miseria y exclusión social? Verdaderamente, el hombre no se agota en la realización de los valores específicamente biológicos y más bien es un “ser vital capaz de espíritu”. De este modo, los fines del hombre como ser vital tiene que servir, en último término, al saber culto. Pero ahora el eje cultural de la globalización posmoderna no es ya la idea humanística del saber culto sino la idea postmoderna del saber divertido. ¡Esto es la agonía de Fausto!, el personaje goethiano que simboliza al hombre que conquista el mundo, pero que se pierde a sí mismo. La civilización moderna se consagró febrilmente a la investigación científica, la innovación tecnológica, el desarrollo económico, a mejorar las estructuras sociales y el Estado, pero olvidó lo fundamental: cómo transformar y revitalizar el ser humano.

 En el proceso de la actual globalización se pretende homogeneizar y eliminar las diferencias culturales, suprimiendo las identidades en aras de la ganancia. Es el Telos cultural de la globalización. Y esta reestructuración en vistas solamente del mercado ha generado un tipo de hombre presa de sus deseos más elementales, que se construye una moral a la carta, relativa y nihilista y que termina constituyendo el “hombre anético”. En el mundo globalizado, el nihilismo y el relativismo moral testifican, con toda honradez, que la vida carece de sentido, proclaman la era del vacío y la entronización de la sociedad de la transparencia, sin densidad espiritual. La supremacía de estos valores configura una atrofia en la conformación psíquica del hombre y representa un ideal cultural sin contrapeso espiritual.

La civilización tecnológica por sí misma es incapaz de fundamentar una región independiente de valores, necesita como contrapeso una cultura espiritual intensificada. De lo contrario, mutila al hombre de su vida interior, dejándolo inerme en medio de una sociedad de la sensación, de una sociedad transaccional sin valores, que reemplaza su capacidad creadora por su capacidad consumista de los medios tecnotrónicos a su alcance. El hombre anético es el hijo legítimo del predominio de la civilización tecnológica, de la cultura técnica sobre la cultura humanística. Por ello, la filosofía de la educación tiene ante sí la grave cuestión del Saber, que no es un problema puramente técnico y está en el corazón mismo de una reforma del hombre. La preocupación por la formación de una jerarquía de los saberes, abordada con profundidad por M. Scheler y J. Maritain, y de los grados del saber destinado a proporcionar un firme cimiento al orden intelectual es urgente para sustituir al desorden moderno. La distinción y complementación entre ciencia y sabiduría es necesaria para mostrar la unión indisoluble entre “filosofía teórica” y “filosofía práctica” y para devolver la unidad al espíritu humano.

 La crisis del hombre en la globalización va más allá de lo económico-político, hunde sus raíces en lo ético-moral. Pero la crisis moral encuentra su fundamento en una visión metafísica determinada. El actual neodogmatismo cientificista ultraliberal se basa justamente en la edificación de una sociedad transaccional sin valores superiores. Por ello, el hombre anético no es un hombre que carece de intersubjetividad sino que está dotado de una intersubjetividad débil, estrecha, marchita. Sí es un hombre moral pero no es un hombre ético, pues la moral puede ser relativa pero lo ético es universal. La cultura posmoderna es fundamentalmente la radicalización decadente del inmanentismo de la modernidad y el desarrollo consecuente del humanismo luciferino. Este relativismo moral de la cultura horizontal sin trascendencia imperante en la globalización ultraliberal, carece de la fuerza interior para resistir los embates de los propios males que engendra, haciendo que la propia sociedad transaccional sin valores encuentre difícil la entronización pacífica de la cultura del vacío.

Plantear un humanismo de síntesis que recupere la eterna vocación trascendente del hombre, no significa desplazar nuestra responsabilidad personal sobre los hombros de Dios o de la Naturaleza. Es necesario volver a los valores permanentes, pues el éxito material, el placer y el dinero no vuelven más humano ni digno al hombre. Al contrario, el hombre anético que pulula en nuestro tiempo, lleva desconsoladoramente una moral doble, hipócrita y de tartufo. Es indudable que es urgente para recuperar una espiritualidad de motivación interna, autocontrol, autodisciplina y autorrealización una revolución humana, la transformación interior del individuo, un nuevo humanismo, basado en un personalismo comunitario y en un ethos con sentido de interdependencia del hombre con el cosmos. Sin embargo, no basta con reclamar una ética Global la para la política y la economía global (H. Küng), si antes no se advierte con claridad el fundamento ontológico metafísico de la civilización en la que nos hallamos inmersos.

La crisis de la cultura globalizada y posmoderna hace necesario superar el materialismo y el vitalismo fáustico del hombre moderno por la idea pascaliana de Dios como amor y caridad, y unir naturaleza y espíritu en la idea agustiniana de la plenitud existencial (V. A. Belaunde), que lejos de volcarse en la Nada, percibe el ser divino que los trasciende. Es necesario volver a los valores permanentes, pues el éxito material, el placer y el dinero no vuelven más humano ni digno al hombre. La acción humana en el espacio y en el tiempo está siempre de camino a la eternidad (Blondel). La cultura moderna con su recorte de la realidad humana ha comprometido gravemente la importancia que tiene la madurez personal, todo se ha vuelto frívolo y superficial, y la regla es desconocer el valor formativo de la pobreza y del sufrimiento. Pero a medida que disminuye la necesidad de mano de obra y aumenta el peligro de la extinción del empleo por los progresos de la ciencia y de la técnica (V. Forrester), la llamada economía de la abundancia pierde sentido y se impone la necesidad de un salario ciudadano y la distribución de lo suficiente entre todos, el lujo se hará difícil y la pobreza relativa indispensable. Se trata de un cambio civilizacional inimaginable dentro de los marcos del capitalismo.


2.4 El Humanismo y la Formación de Valores
           
2.4.1 La Condición Humana

Sartre considera que no existe la o naturaleza humana. Esto quiere decir que en nosotros no encontramos unos rasgos fijos que determinen el ámbito de posi­bles comportamientos o el de posibles características que podamos tener. Para muchos autores esta afirmación es exagerada: por poner dos ejemplos muy distintos, desde las teorías religiosas se defiende que el hombre, todo hombre, tiene un alma y que ésta es precisamente su naturaleza; desde las teorías naturalistas como la de la biología se indica que nuestra constitución genética y biológica se realiza en lo fundamental del mismo modo en todos los hombres de todos los lugares y de todas las épocas. Sartre rechaza la existencia de una naturaleza espiritual o física que pueda determinar nuestro ser, nuestro destino, nuestra conducta. Para él el hombre en su origen es algo indeterminado, y sólo nuestras elecciones y acciones forman el perfil de nuestra personalidad. Pero con estas afirmaciones Sartre se enfrenta a un problema: si no existe una naturaleza común a todos los hombres, ¿por qué llamamos hombres a todos los hombres?, ¿en qué nos fijamos para reconocer en el otro a un semejante? Seguramente preocupado por estas dificultades en “El existencialismo es un humanismo” introduce el concepto de “condición humana” (que para algunos intérpretes viene a ser un remedo de la noción de esencia o naturaleza): la condición humana, nos dice, es “el conjunto de los límites a priori que bosquejan su situación fundamental en el universo”. Estos límites son comunes a todos los hombres; es el marco general en el que invariablemente se desenvuelve la vida humana. Resume este marco básico de la vida humana en los puntos siguientes:


1. Estar arrojado en el mundo;
2. Tener que trabajar;
3. Vivir en medio de los demás;
4. Ser mortal.
             
Todo individuo, toda sociedad, se ha tenido que enfrentar a estos hechos inevitables y ha resuelto de distintos modos los problemas vitales a los que conducen. Con estos cuatro puntos Sartre se refiere a la inevitable sociabilidad humana, a la inevitable libertad en la que vive el hombre y a la inevitable indigencia material de nuestra existencia, indigencia que obliga al trabajo y a las distintas formas de organización social que sobre el trabajo se levantan. La existencia de la “condición humana” es lo que puede hacernos comprensibles los distintos momentos históricos y las vidas particulares; aunque los proyectos humanos sean distintos no nos son extraños porque todos son formas de enfrentarse a estos límites. En este sentido todo proyecto, por muy individual que parezca, tiene un valor universal: “hay universalidad en todo proyecto en el sentido de que todo proyecto es comprensible para todo hombre”.

2.4.2 Educación con Enfoque Humanista


1. INTRODUCCIÓN

Las transformaciones socioculturales originadas desde el último tercio del siglo XX han planteadodesafíos a la educación. Someramente podríamos caracterizar estos cambios del siguiente modo:

1) La globalización y sus efectos, tanto positivos como negativos, ya que “la globalización, siendo portadora de innegables potencialidades que pueden favorecer la vida en la sociedad, no garantiza que el mundo futuro va a estar más unido políticamente, va a ser más equitativo económicamente, socialmente más solidario y culturalmente más rico”.

Entre los efectos deseables se halla la siempre anhelada búsqueda de comunicación universalpara promover la paz, la solidaridad y el entendimiento. Entre los segundos, los enfrentamientosy las rivalidades (global-local) muchas veces relacionados con una globalización solo económicadonde los seres humanos son considerados únicamente como “recursos” o “capital deinversión”.

2) El desarrollo de las tecnologías de comunicación e información que nos induce a referirnos a lasociedad del conocimiento o de la información como contexto global del accionar humano. Estecontinuo desarrollo y flujo de información promueve grandes cambios organizacionales en diferentesniveles.

 El avance tecnológico en este sentido ha satisfecho el anhelo del siglo XIX decontar con la mayor información posible para solucionar los problemas sociales, culturales,económicos, políticos. Por eso nos preguntamos: ¿Tal vez a destiempo la tecnología nos hadado la llave del progreso?

3) La denominada condición posmoderna caracterizada por un acentuado individualismo, escepticismoy superficialidad que induce a la ausencia de compromisos personales y sociales, deproyectos a futuro. Asociada esta condición al mencionado desarrollo de las tecnologías, el serhumano vive un mundo en el que pueden plantearse estas opciones:

1) futuro y aceptación de los avances técnicos a cualquier precio;
2) negación de toda perspectiva de futuro y aceptación de lo presente y efímero como únicarealidad;
3) comprensión del presente enlazado a un pasado y proyectando el futuro.
4) La consideración de la educación como respuesta a los problemas que plantean los cambiosanteriormente mencionados. Asociado esto a la necesidad de reestructurar los sistemas educativos,de adecuar la formación docente, de ofrecer nuevos enfoques y contenidos.

Stramiello, C. I.: ¿Una educación humanista hoy?
Revista Iberoamericana de Educación (ISSN: 1681-5653)


2. EL DESAFÍO DE UNA EDUCACIÓN HUMANISTA

2.1 Una educación integral

Pretendemos reflexionar sobre la necesidad de una formación integral de la persona, porque una visiónsesgada o unilateral en cuanto a la formación humana lleva a un retroceso en otros aspectos del crecimientohumano. En el proceso educativo cuando se acentúa el desarrollo en un solo sentido se crean sereshumanos incompletos: todo plan de estudios que tienda al equilibrio debe ofrecer promover el desarrollo enciencias, en técnicas, en letras, en moralidad, en vida política, en vida afectiva de los educandos; como decíaAndrés Bello en uno de sus discursos “todas las facultades humanas forman un sistema, en que no puedehaber regularidad y armonía sin el concurso de cada una. No se puede paralizar una fibra, una sola fibradel alma, sin que todas las otras se enfermen”1.

El probable logro de esta formación integral de las personas no depende solo de los agentes educadores(familia, maestros, instituciones) sino también de los educandos. A los maestros especialmente, yadesde antaño, se les pide competencia intelectual, competencia moral y competencia pedagógica. En este
sentido resultan elocuentes consideraciones de diferentes épocas. La primera del renacentista Juan LuisVives: “Pero muchísima más importancia que el emplazamiento del edificio escolar tiene el factor hombre.

Por esta consideración posean los maestros, no sólo la debida competencia para instruir bien, sino que tenganla facultad y destreza convenientes [...]”2; la segunda de María Montessori (1870-1952): “El maestro quecreyera poder prepararse para su misión únicamente por la adquisición de conocimientos, se engañaría:debe ante todo crear en él ciertas disposiciones de orden moral”3.
En los educandos esperamos despertar el deseo de aprender, de satisfacer la natural necesidad deconocer: “si eres amigo de aprender, serás un gran sabio”4 le decía Isócrates a su alumno Demónico cuandole indicaba ejercicios variados para la práctica de la oratoria.

Desde la historia de la educación podemos confirmar cómo, sobre todo a lo largo del siglo XX, hansido una constante las afirmaciones “educar para la sociedad”, “educar para la inserción laboral”, “educarpara el desarrollo económico” y otras similares que se expresan, por ejemplo, en el documento “Educación yconocimiento: eje de la transformación productiva con equidad” (CEPAL-UNESCO, 1992). Tales fines adjudicados,a veces de manera absoluta, al proceso educativo hacen que consideremos la educación solo comoun fenómeno social o con carácter instrumental y parecen dejar de lado la centralidad de la personahumana en la educación. A tal punto ha sido así que en la VIII Conferencia Iberoamericana de Educación(Sintra, Portugal, 1998), ante la convicción de que la globalización implica oportunidades y riesgos para lasociedad y las personas, se propone recuperar el papel del ser humano como actor principal del procesoeducativo; por otra parte el Pronunciamiento Latinoamericano al referirse a la necesidad de más y mejoreducación concluye que a pesar de las reformas educativas implementadas en la región, los resultados noson manifiestos en el ámbito de la formación integral de las personas donde los mismos no se miden por elnúmero de años de estudio o de certificados, sino por lo efectivamente aprendido (TORRES, 2000) intelectual,social, moral y afectivamente.


Aparece como preocupación de nuestra sociedad que los jóvenes aprendan rápidamente lo que lessirva en función de un futuro trabajo en detrimento de conocimientos que se suponen perimidos. La consideraciónde la actividad educativa solo en su utilidad fáctica nos dificulta la visión de la importancia de unaeducación del ser humano en lo humano, ya que educar no es principalmente un proceso mecánico delcual se obtienen determinados productos, sino algo ofrecido a un ser libre y libremente asumido. Todo logroeducativo es limitado y tiene valor educativo en tanto moviliza a nuevas vías de perfeccionamiento. Desdeesta perspectiva consideramos que la tarea de la escuela es procurar a los educandos la ayuda necesariapara que se desarrollen plenamente como personas, sin perder de vista los factores coadyuvantes (situaciónsocioeconómica, acceso a la educación, grado de educabilidad) para la consecución de tal fin y la formacióninstrumental necesaria (incluye los aspectos tecnológicos básicos). Podríamos hacer nuestras laspalabras de Pestalozzi refiriéndose a la educación pública en los inicios del siglo XIX:

Debemos tener presente que el fin último de la educación no es la perfección en las tareas dela escuela, sino la preparación para la vida; no la adquisición de hábitos de obediencia ciega y dediligencia prescrita, sino una preparación para la acción independiente. Debemos tener en cuentaque cualquiera que sea la clase social a que un discípulo pueda pertenecer y cualquiera que sea suvocación, hay ciertas facultades en la naturaleza humana, que son comunes a todos y que constituyenel caudal de las energías fundamentales del hombre. No tenemos derecho a privar a nadiede las oportunidades para desenvolver todas estas facultades. Puede ser discreto tratar alguna deellas con marcada atención y abrigar la idea de llevar otras a su más alta perfección. La diversidad
de talentos e inclinaciones, de planes y de aspiraciones, es una prueba suficiente de la necesidadde tal distinción. Pero, repito que no tenemos derecho a impedir al niño el desenvolvimiento deaquellas otras facultades que en el presente no podamos concebir como muy esenciales para sufutura vocación o situación en la vida. (PESTALOZZI, E., 1976, p. 180).

Esto quiere decir que la educación debe procurar la formación humana propiamente dicha: o seauna formación articulada, sistemática e intencional con la finalidad de fomentar valores personales y socialesque incluyan a la persona en su totalidad. Atender a las diferencias es parte de una formación integral enla que se considera dar a cada uno lo que necesita, lo que colma sus aptitudes y apetencias.

2.2 ¿La escuela hoy?

Tomaremos la escuela, en sentido amplio, como el lugar donde, en parte, es posible que el ser humanose desarrolle en su humanidad. La importancia de la escuela radica fundamentalmente en que en ellahay personas que se comunican bajo la antigua relación enseñanza-aprendizaje. Con gran agudeza y finaobservación nuevamente Pestalozzi nos dice que:

Hay una notable acción recíproca entre el interés que al maestro inspira lo que enseña y el queél comunica a sus discípulos. Si él no ésta presente con todo su espíritu en el asunto, sean o noagradables sus maneras, nunca dejará de enajenarse el afecto de sus discípulos y de dejarlos indiferentesa lo que diga. Pero el interés real tomado en la tarea de la instrucción -palabras amables ysentimientos amables, la verdadera expresión de los rasgos y la mirada-, nunca pasa desapercibidopara los niños (PESTALOZZI, E., 1976, p. 200).

La humanidad que pretenderá desarrollar la escuela son destrezas básicas como la iniciativa personal,la disposición al cambio, la capacidad de adaptación a nuevos desafíos, el espíritu crítico en la seleccióny el procesamiento de mensajes, la capacidad de interrelación con interlocutores diversos, entre otras
(HOPENHAYN, M. - OTTONE, E., 2000).

La adquisición solo de habilidades técnicas o en relación al mundolaboral no nos transforma en personas educadas. El pedagogo argentino Juan Mantovani expresaba que laeducación “toma al hombre en su unidad formada de espíritu y vida y en la complejidad histórico cultural desu época y de su medio”(MANTOVANI, 1981, p. 21).


2.3 Humanismo contemporáneo

Del mismo modo que el cultivo de los clásicos fue para el humanismo renacentista el canal adecuadopara la formación humana, o el humanismo decimonónico se centró en el conocimiento de los aspectosde la cultura más estrechamente ligados con los valores humanos en general (en contraposición a las propuestaspositivistas), en la actualidad nos planteamos ¿qué formación humana requieren nuestros educandos?

Sería ya oportuno que quebráramos la dicotomía entre conocimientos útiles e inútiles y nos aboquemosa ofrecer a nuestros alumnos saberes humanos: científicos, tecnológicos y humanísticos interrelacionadosy entrelazados en el curso de la humanidad. Una mirada histórica a las obras del ser humano para el
ser humano, realizadas a través del tiempo, proporciona formación humana a la perspectiva científica y tecnológica.Todo saber humano puede ser considerado humanístico si se lo estudia bajo una persepectivahistórica: logros y yerros del ser humano en devenir (POSTMAN, N., 1999). Hace tiempo Comenio en su DidácticaMagna aconsejaba para la enseñanza media la inclusión de la historia de cada una de las materiasque a modo de centros de interés nucleaban los contenidos de cada uno de los años de la escuela latina. Elser humano de suyo tiene un carácter histórico y se proyecta en una forma histórico-social que no actúacomo prisión sino como marco de referencia, como punto de partida.

Desde hace ya unos años asistimos a planteos sobre cómo responder a través de la educación alos desafíos de una sociedad globalizada, en la cual el caudal de información es cada vez mayor y los cambiostecnológicos rapidísimos. ¿Quién estará -entonces- mejor preparado para este mundo global? Al respecto
se considera que quienes tengan amplios conocimientos generales, seguridad en sí mismo, espíritude decisión, capacidad de evaluación de la importancia relativa de los problemas, disposición para examinarhipótesis y corregirlas, y tendencia a profundizar los problemas indagando sobre el por qué, estarán mejorpreparados para afrontar las situaciones que la sociedad global plantea. Ahora bien ¿qué clase de estudiosfavorecerán el perfil descripto? Seguramente aquellos que apuntan a una formación del ser humano todopara su crecimiento personal y el de la sociedad de la que forma parte. Por ejemplo, desde la perspectiva delos valores intelectuales aquellos estudios que abran el entendimiento, lo refinen, lo pongan en condicionesde saber, de comprender. Entre los estudios que ayudan a esta cultura intelectual incluimos el cultivo de la
literatura, la historia, la ética, las bellas artes, la filosofía en general. Tal extensión intelectual no consiste enuna recepción pasiva de un cúmulo de ideas hasta el momento desconocidas. Crecemos intelectualmentecuando aprendemos y cuando referimos lo aprendido a lo que ya sabíamos. En síntesis: mucha lectura,disciplina, observación, reflexión, comunicación.
Ante la excesiva ruptura de puentes con el pasado, que caracteriza a nuestro mundo contemporáneo,aparece la importancia de recuperar la tradición para no perdernos en lo meramente instrumental. Unaconcepción mercantilista de la vida tiende a desvalorizar la cultura y consecuentemente negamos a los jóvenesaberes variados que les permiten desarrollar su humanidad a través del conocimiento de los testimoniosque el hombre ha dejado a lo largo de la historia. Conocimiento vivo para reflexionar y guiar la vida ylas opciones de nuestros educandos. El esfuerzo que implica la adquisición de la cultura tiene sus frutos ysu premio; el fruto lo constituye el caudal de conocimientos; el premio, que el variado caudal de conocimientosse traduzca a la vida práctica personal y socialmente considerada. Sin una educación más completa noserá posible defenderse en el mundo de mañana. Esto nos lleva a revalorizar aspectos de “la vieja educación”.

La tarea de la educación es humanizar o sea poner a los educandos en contacto con las obras de lahumanidad (maestros, corrientes de pensamiento, hechos,...) y los valores que ellas representan. Por ejemploel estudio de las letras trae aparejado el desarrollo de la sensibilidad y la capacidad de gozar las creacioneshumanas junto con la adecuada expresión de nuestras ideas.

Las personas necesitan entre otras cosas aprender a pensar y a razonar, a comparar, distinguir yanalizar, a refinar su gusto, a formar su juicio y enriquecer su visión mental. En este sentido, nos pareceadecuado aconsejar el estudio de la historia de la educación para la formación de los docentes, ya que brindaen lo específicamente educativo un puente entre presente y pasado, favorece la comprensión de la actualidady puede mostrar posibles vías de solución a los problemas. Además sería conveniente el estudio dela “historia de ...” la asignatura que constituye nuestra especialidad docente, ya que facilitaría la comprensiónde la misma, en función de la enseñanza, al mostrarla como el camino recorrido hasta hoy.

Si recuperamos la perspectiva histórica tal vez podamos hacer nuestras estas palabras de Quintiliano,elocuentes en cuanto al valor de la tradición:

Son tantos los maestros y tantos los ejemplos de la Antigüedad que, en el azar de su nacimientoninguna edad puede considerarse más afortunada que la nuestra, para cuya enseñanza hantrabajado afanosamente las generaciones anteriores.

El desafío contemporáneo es recuperar lo valioso de la tradición: el ser humano y sus obras.


2.4.3 Formación de Valores: Una Ética Social

La educación en valores es un proceso sistémico, pluridimensional, intencional e integrado que garantiza la formación y el desarrollo de la personalidad consciente; se concreta a través de lo curricular, extracurricular y en toda la vida universitaria. La forma de organización es el Proyecto Educativo.
La personalidad es "un sistema de alto nivel de integración de funciones síquicas del individuo, un complejo de formaciones estructuradas sobre ciertos principios que funcionan dirigidos a un objetivo".

 El objetivo constituye el sentido fundamental de la actividad del individuo, se expresa en el proyecto de vida que es "el conjunto de representaciones mentales sistematizadas sobre cuya base se configuran las actitudes y disposiciones teóricas del individuo, y que para ejercer una dirección autentica de la personalidad, este modelo debe tomar una forma determinada en la actividad social del individuo y en las relaciones con las personas. Es decir, la característica directriz de este modelo ideal se expresa no sólo en lo que el individuo quiere ser, sino en su disposición real y sus posibilidades internas y externas de lograrlo y de darle una forma precisa en el curso de su actividad"

 Si se quiere incidir a través de la educación en la personalidad es necesario adentrarse en el porqué de los objetivos de la actividad, que lo hacen componer un proyecto de vida. Si la educación concibe el proyecto de vida no como un modelo ideal-individual solamente, sino que lo relaciona a su vez con un modelo real-social, entonces podrá acercarlo a su realización.

 La educación en valores debe contribuir a que el proyecto de vida se convierta en "un modelo de vida sobre la base de aquellas orientaciones de la personalidad que definen el sentido fundamental de su vida, y que adquieren una forma concreta de acuerdo con la construcción de un sistema de actividades instrumentadas, las que se vinculan con las posibilidades del individuo y, de otro lado las posibilidades objetivas de la realidad externa para la ejecución de esas orientaciones de la personalidad".

 La educación debe y puede incidir en el "GAP" que existe entre lo que se quiere ser y se quiere hacer y lo que se puede ser y se puede hacer en cada momento de la vida o al menos es más factible, lo que al final es decisión del individuo. La posibilidad de ayudar a adecuar estos dos aspectos, se halla en la comprensión de la relación entre lo individual y lo social en la personalidad, siendo éste uno de los objetivos fundamentales de la educación en valores.

 La dinámica y la armonía de la personalidad desarrollada y adulta en una sociedad se halla en el equilibrio que se alcance entre la satisfacción de los intereses y necesidades y de los deberes sociales. Por tanto deber ser conjugado lo que se quiere y lo que se puede y es por tanto el objeto de la educación en valores.

 La educación debe preparar al individuo para el logro en cada momento de la autorrealización, entendida ésta como: "la orientación de la personalidad que se dirige al desarrollo de las potencialidades, a la realización de valores e intereses fundamentales del individuo en la actividad social".

 La educación puede ayudar a definir un proyecto de vida efectivo y eficaz, convirtiéndolo en un proyecto real, haciendo corresponder las posibilidades internas del individuo y las del entorno, mediante el desarrollo de los valores cívicos y éticos, la concepción del mundo, la capacidad de razonamiento, los conocimientos, la motivación y los intereses.

 La educación en valores tiene como objetivo el alcance de una personalidad desarrollada o en desarrollo, la que se entiende, "al caracterizar a un individuo concreto donde el sistema de procesos y funciones que la forman se encuentran estructurados de manera armónica, en un proyecto de vida realista, donde predomina la autodirección consciente de los esfuerzos del individuo para lograr el desarrollo de sus potencialidades en forma creadora, así como su participación en la actividad social de acuerdo con valores de contenido progresista".

Educar en valores significa contribuir a la función integradora del individuo mediante la valoración de las contradicciones de la motivación, los intereses, etc.

La educación en valores debe coadyuvar a la tendencia interna de la personalidad a integrar y armonizar los factores internos y externos y a la autonomía de ésta, es decir, a la autorregulación sobre la base de fines conscientes, lo que está por supuesto, en interacción y en dependencia de la realidad social.

Los valores interiorizados conforman la esencia del modelo de representaciones personales, constituyen el contenido del sentido de vida, y de la concepción del mundo, permiten la comprensión, la interpretación y la valoración del sujeto y brindan la posibilidad de definir el proyecto de vida, integrado por objetivos y finalidades para la actividad social.

Los valores no se enseñan y aprenden de igual modo que los conocimientos y las habilidades, y la escuela no es la única institución que contribuye a la formación y desarrollo de éstos. Otra peculiaridad de la educación en valores es su carácter intencional, consciente y de voluntad, no sólo por parte del educador, sino también del educando, quien debe asumir dicha influencia a partir de su cultura, y estar dispuesto al cambio. De ahí la importancia y la necesidad de conocer no sólo el modelo ideal de educación, sino las características del estudiante en cuanto a sus intereses, motivaciones, conocimientos, y actitudes, las que no están aisladas de las influencias del entorno ambiental. Una comprensión clara de los límites objetivos del entorno, del modelo a que aspira la sociedad y de la subjetividad del estudiante permite dirigir mejor las acciones educativas y dar un correcto significado al contenido de los valores a desarrollar.


Son tres las condiciones para la educación en valores:

Primera: conocer al estudiante en cuanto a: determinantes internas de la personalidad (intereses, valores, concepción del mundo, motivación, etc.); actitudes y proyecto de vida (lo que piensa, lo que desea, lo que dice y lo que hace).

 Segunda: conocer el entorno ambiental para determinar el contexto de actuación (posibilidades de hacer).

Tercera: definir un modelo ideal de educación.

Incidencias de la educación en valores:

•Desarrolla la capacidad valorativa en el individuo y permite reflejar adecuadamente el sistema objetivo.

•Desarrolla la capacidad transformadora y participativa con significación positiva hacia la sociedad.

•Desarrolla la espiritualidad y la personalidad hacia la integralidad y el perfeccionamiento humano.

•Transforma lo oficialmente instituido a través de las normas morales, los sistemas educativos, el derecho, la política y la ideología.

Los valores no son pues el resultado de una comprensión, y mucho menos de una información pasiva, ni tampoco de actitudes conducidas sin significación propia, por el sujeto. Es algo más complejo y multilateral pues se trata de los componentes de la personalidad, sus contenidos y sus formas de expresión a través de conductas y comportamientos, por lo tanto sólo se puede educar en valores a través de conocimientos, habilidades de valoración-reflexión y la actividad práctica.